© Simona Granati / Corbis via Getty Images levantó la casa de la nieta de Augusto, primer emperador roma-no. Abandonar este magno edificio para bajar por la ladera del Gianicolo, al otro lado del río Tíber, nos hará recordar también a los personajes de Pier Paolo Pasolini que, ya muchas décadas atrás, dibujaron esa otra Roma (que ni siquiera parecía Roma), más que vivida por el cineasta de quien ahora celebramos su centenario. Una ciudad bajo tierra En la cercana colina del Vaticano, Roma vuelve a dar una vuel-ta de tuerca a sus tesoros subterráneos. Pero antes, no está de más sucumbir al placer de transitar literalmente sobre ellos, por los silenciosos Jardines Vaticanos. En este escenario es fácil emular a los protagonistas de El joven papa, de Sorrentino, eso sí, siempre con los guías oficiales que nos conducirán por esta majestuosa floresta, repleta de senderos sinuosos y tran-quilos, que se remonta a la época medieval, cuando el pontífi-ce Nicolás III trasladó su residencia al Vaticano y creó prado, huerto y jardín. Quienes crean que este es el lugar más recoleto que halla-rán en todo el Vaticano se equivocan. Porque a sus pies, sin siquiera imaginarlo, nos aguarda la Necrópolis vaticana: una ciudad soterrada que nos muestran cementerios de la Roma clásica; tumbas de los primeros cristianos, sepulcros de sumos pontífices y, por supuesto, la del propio Pedro, primer pope del catolicismo. Belleza infinita Regresemos al Gianicolo, la colina romana que sedujo al autor de Mamma Roma, Pasolini. Porque curioseando por las calles del Trastevere, accedemos a otro de los tesoros menos obvios, la Academia de España, que se aloja en San Pietro in Montorio (Piazza di S. Pietro in Montorio, 3). Por su claustro y salones, crees ver al mismísimo Valle-Inclán (que fue uno de sus direc-tores) y quién sabe si también al fantasma de Beatrice Cenci que, según la leyenda, “vive” allí. El tempietto de Bramante forma parte de los escenarios de la Academia que sería imperdonable perderse. Tanto como la fuente de Acqua Paola, rebautizada como Il Fontanone por los romanos, que siempre la han adorado y que ahora compar-ten ese amor con los fans de Sorrentino y La grande bellezza (via Garibaldi). Su particular acueducto conduce a una última parada sin abandonar el Trastevere: el Jardín Botánico, en el parque de Villa Corsini (Largo Cristina di Svezia, 23 A), anti-gua residencia de la reina Cristina de Suecia en el siglo XVII. Porque, remedando a Federico Fellini, sueños y cine utilizan un mismo lenguaje en el que los años pueden pasar en segun-dos y es posible saltar de un lugar a otro con igual facilidad. La fuente de Acqua Paola, también conocida como Il Fontanone. ENG // The Fountain of Acqua Paola, also known as Il Fontanone.